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Un día el Señor quiso una nueva flor en su jardín.
Quiso, tal vez, iluminar la humanidad.
Quiso dulzura, niñez y bondad,
para un mundo que parecía ser más vil.
La flor nació, de brote simple a rosa y luz,
cual lluvia eterna de caricia celestial.
Fue grandiosa en su humildad
y su perfume inundó la hermosa imagen de Jesús.
Don preciado, con velo carmelita,
floreciste bella y fuerte en caminito espiritual.
Elegiste a Jesús, tierno Niño y Santa Faz,
lucero de tu vida, santa niña Teresita.
Matías Macagno
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